Lecciones aprendidas desde el confinamiento – por Jesús Cuadrado
Jesús Cuadrado Martínez
Presidente de la Asociación provincial de Empresas de Agua y Energías Renovables de Asempal
- Los virus no entienden del pasaporte, igual que el cambio climático.
- La ciencia siempre será necesaria, no es un artículo de lujo.
- El sistema no ha fallado, simplemente como bien dice el filántropo y visionario, no tenemos un sistema. Hay que armar ese sistema.
- Es diferente estar infectado, que estar afectado. En una pandemia todos estamos afectados, bien por los síntomas o bien por las pérdidas de libertad que nos impone.
- Por caro que sea, prevenir es mucho más barato que curar. Las consecuencias económicas impactan de manera severa y prolongada.
- La economía digital se acelera aún más, y con ello se aumenta la brecha de la desigualdad, con respecto a aquellos que no pueden adaptar su trabajo. Los tradicionalmente llamados “cuellos blancos” en América (de corbata que diríamos nosotros) que ya parten de una mejor posición, lo tendrán mucho más fácil.
- El analfabeto de nuestro siglo ya no será aquel que no sepa leer y escribir, sino aquel que no sepa aprender, desaprender y reaprender, como dice el psicólogo e investigador Herbert Gerjuoy.
- Solo cuando se rompe el jarrón uno sabe de qué estaba hecho en realidad, esta sabiduría japonesa la estamos experimentando estas semanas, pudiendo apreciar que lo más importante, de lo que estamos hechos, es aquello en lo que nunca piensas. De los paseos, de los abrazos, de los seres queridos, de las risas. De la libertad.
- Internet se ha convertido en nuestra fuente de información, y hemos dejado que se contamine, con noticias falsas y bulos que se expanden, como si de otra pandemia se tratase.
- La legislación va mucho más lenta que la realidad, y nosotros lo consentimos.
- La responsabilidad individual la tenemos normalmente en modo avión. Sí es cierto que en situaciones graves como la actual surgen comportamientos épicos de colectivos, pero en el día a día no tenemos interiorizado que hay una línea que separa lo que podemos hacer de lo que se debe hacer. Solo sabemos ejercer nuestros derechos y miramos a otro lado si de obligaciones se trata, a no ser que nos miren, o peor, nos legislen. Tenemos dormido ese juez interno que nos dice que hagamos esfuerzos a nivel individuo por el bien común.
- La responsabilidad colectiva está más arrinconada cada vez. Hemos dejado de darle importancia a preguntas claves, quién nos dice la verdad, quién nos miente, y quién nos manipula. Algunos líderes populistas han negado de forma negligente la importancia del Covid19 y ahora están quedándose al desnudo, sin palabras para hacer sus refritos simples. No abandonemos la suerte de nuestra responsabilidad colectiva en manos de nadie.
- El deterioro continuo. Las innovaciones vienen siempre de la mano de cambios que suelen afectar a nuestras vidas. Nos encontramos con dos tipos: la innovación disruptiva cuando provoca un cambio brusco, (la aparición de los relojes digitales) o la innovación de mejora continua (los invernaderos de Almería, que van perfeccionándose). En las pandemias tenemos algo similar, disruptivas como la actual y de “deterioro continuo” como la educación, o el cambio climático. Debemos de cuidar que lo que irrumpe no sea un agujero negro que se trague otras realidades que requieren que trabajemos ya, antes de que sea demasiado tarde.
- Los hechos ciertos y los escenarios inciertos. En tiempos como el que vivimos es clave reaccionar pronto y en la dirección adecuada. Debemos trabajar en las certidumbres, y pensar en las incertidumbres construyendo posibles escenarios que observaremos de manera intensiva para ir adaptando acciones.
- Las guerras del pasado las ganaba alguien, las actuales no las gana nadie, solo perdemos más o mucho más. Si hace falta todo un pueblo para educar a un niño, hacen falta todos los pueblos para ganar una pandemia.
- Dar un abrazo y dar la mano recuperan un significado que el tiempo le ha ido quitando, y que ésta oscuridad a puesto en el centro de un escenario iluminado con música de fondo de violines quizás, o quizás de tambores.
El cambio climático ante estas lecciones aprendidas…
Nuestra aldea global está sufriendo muchos cambios y siempre ha sido respetuosa, pero últimamente parece que da muestras de cansancio: de que cada zona le vierta sus desechos al barrio vecino, de que cada zona reinterprete ciertas reglas de la naturaleza y la historia según su provecho. Así que con todos estos ingredientes la aldea ha planteado un ensayo general de lo que puede ser la gran función de nuestras vidas. En este ensayo donde todos participamos, la aldea simula una tormenta que puede dejar calados a todos los vecinos, sin entender de barrios, ni de cuentas bancarias.
La tormenta apunta que pasará más tarde que pronto, y quedará en un episodio temporal, como cualquier crisis; eso sí, sus consecuencias no lo serán.
Pero, ¿qué pasaría si la tormenta viniese para quedarse? Así veo yo el cambio climático, como una pandemia silenciosa, que con un deterioro continuo llega a un punto de no retorno, donde da igual si estás infectado o no, lo que es seguro es que estarás afectado en tu día a día, en tus veranos de “no playa”, en las cosechas que no podrás plantar porque no tendrás agua, en tu casa que estarás más que nunca, porque en la calle no podrás permanecer mucho tiempo por la polución, o porque simplemente del sol ya no te podrás fiar.
Es tiempo de no ser los analfabetos del Siglo XXI, de sacar las lecciones de las cosas que suceden, y saber aprender, desaprender y reaprender.
Es tiempo de creer a los más de 100.000 científicos que aseguran que si seguimos en modo avión frente al cambio climático no llegamos a tiempo de parar su irreversibilidad. Como lleguemos al tan comentado pico, significará que ya es tarde. Quizás la pregunta que buscaba es: ¿qué podemos hacer? Creer en la ciencia.
¿Qué puede pasar si no actuamos ya? Si en esta pandemia estamos mirando a los científicos para ver cuándo pueden sacar una vacuna en tiempo récord; en el cambio climático, una vez llegado al pico, los miraremos y nos dirán: “mira lo que te dije hace décadas si seguías así, ya no podemos inventar ninguna píldora que devuelva el hielo a su sitio, que recupere la corriente de un río o que llueva en zonas desérticas como Almería”.
Si elegimos actuar en modo avión, nos tocara vivir en “modo baja batería”, sin poder hacer muchas cosas que siempre podíamos hacer.